Estamos
viviendo unos días convulsos, unos días en los que el más rancio
patriotismo que siempre aflora avivado por la casposa España
profunda, ha vuelto a revivir a sus más siniestros personajes.
La
España de legionarios de pelo en pecho, la de guardias civiles de
frondoso mostacho o la de policías fornidos, con más pinta de
gladiadores galácticos que de defensores del pueblo.
Esa
España que odia a Catalunya, pero no quiere que se vaya, esa España
que le grita a Piqué “Piqué cabrón España es tu nación” y
después le incita a que se marche a su país.
Esa
España que despide a Guardia Civiles que, teóricamente van a
proteger a ciudadanos, al grito de “a por ellos” como si
marcharan a la guerra.
Esa
España en la que los policías que son enviados para salvaguardar la
integridad de los ciudadanos, los muelen a palos y después en un
alarde de patriotismo gritan “yo soy español...” tal y como lo
harían combatientes de guerras inútiles, cómo Afganistán,
Irak..., después de una victoriosa batalla. Esa España es la que el
jefe del estado, el máximo garante de la unidad de todos los
pueblos, dinamitó definitivamente cualquier esperanza de
entendimiento al tomar partido, al no ser lo suficiente hábil para
pronunciar palabras que pudieran apaciguar las aguas.
Cual
pirómano poseído por el espíritu de los más radicales miembros de
la derecha, llámense Hernando, Maillo..., añadió más gasolina al
fuego al no hacer ni una mínima mención de los heridos por las
cargas policiales o haciendo un guiño utilizando el catalán.
Fue
un discurso dirigido a la derecha, en contra de una gran parte de los
catalanes, el odio de los Borbones hacia Catalunya siempre ha sido
patente, y lleno de amenazas y reproches. Está claro que el
presidente del gobierno no da la talla ni para bedel del Congreso,
pero el jefe del estado ha demostrado que no está preparado para
mediar en una de las crisis más duras que padece el país. Europa
está alucinada con los hechos acaecidos en los últimos días, y los
actores de esta vergonzosa historia no hacen más que avivar el odio.
Siéntense a dialogar, aparquen sus egos y si no tienen la suficiente
preparación para llegar a un acuerdo, que no la tienen, dejen que un
tercero medie en el conflicto. Señores Rajoy y Puigdemont, ustedes
ya no sirven para solucionar el problema y el que debía mediar ha
demostrado, al tomar parte, que tampoco está capacitado, por lo
tanto, pónganse en manos de Europa y solucionen ese problema
político, que su inoperancia está convirtiendo en jurídico, antes
de que los daños sean irreparables.
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