20 d’abril del 2016

POBRE IDIOMA

El castellano es, quizá, el idioma más rico en léxico. Es de los pocos idiomas que tiene distintas palabras para designar una misma cosa, entonces ¿porqué nos empeñamos en castellanizar palabras extranjeras para definir lo que ya tiene su propia nomenclatura?
Hay un anuncio de televisión que utiliza la palabra “dipear”, que es una burda castellanización de una palabra inglesa -dip- para definir una acción que en castellano tiene diferentes acepciones; mojar, untar, meter y bañar, como verbo y salsa como sustantivo.
Nos quejamos de que se está perdiendo vocabulario por la utilización de la simplificación de muchas palabras en las redes sociales. 

Nos estamos acostumbrando a ver escrito “+” en lugar de más, de la letra “q” para el que o la “d” para el de y estamos empobreciendo el idioma. No necesitamos importar y castellanizar palabras de otros idiomas. No es necesario inventarse absurdas palabras, mal traducidas, para identificar cosas o acciones que ya poseen su propio nombre. Que la calle vulgarice el idioma es normal, que el ciudadano utilice un léxico diferente al oficial, es normal y hasta es bueno, enriquece el idioma, pero que la publicidad quiera inventarse o crear nuevas palabras no es normal, aparte de ser un grave error.
Recuerdo que hace unos años, una conocida marca de coches, lanzó una campaña en la que anunciaba un nuevo modelo con “ziritione”. Nadie sabía lo que era el famoso “ziritione”, ya que realmente no era nada, tan solo un reclamo publicitario, pero muchos hablaban de las excelencias del “ziritione”. Un día, un compañero de trabajo, me enseñó su nuevo coche, un flamante y reluciente turismo, omitiré la marca, y alabando sus excelencias me dijo, “es que este modelo tiene ziritione”. Yo en mi desconocimiento total de las prestaciones de los coches, le pregunté que qué era eso del ziritione y su contestación fue, ¿no sabes lo que es el ziritione? Desde luego tu desconocimiento de los avances automovilísticos es preocupante, me dijo, y yo me marché pensando que efectivamente no tenía ni idea de coches, más adelante me di cuenta de que el que no tenía ni idea era él... ni de coches ni de castellano.
Por eso creo que la nueva publicidad le está haciendo un flaco favor a los idiomas... bueno también los políticos y muchos de los, que se autoproclaman, comunicadores, que no dejan de ser un híbrido entre pseudoperiodistas y bobos de baba.

Otra causa es el intrusismo, la falta de profesionales nos está llevando a un caos lingüístico; periodistas que no lo son, presentadores y presentadoras que solo son una cara bonita, sin ninguna preparación y en muchos casos sin estudios adecuados para ese menester o simplemente para no abonar unos sueldos dignos y coherentes y contratar a bajos precios.