El
castellano es, quizá, el idioma más rico en léxico. Es de los
pocos idiomas que tiene distintas palabras para designar una misma
cosa, entonces ¿porqué nos empeñamos en castellanizar palabras
extranjeras para definir lo que ya tiene su propia nomenclatura?
Hay
un anuncio de televisión que utiliza la palabra “dipear”, que es
una burda castellanización de una palabra inglesa -dip- para definir
una acción que en castellano tiene diferentes acepciones; mojar,
untar, meter y bañar, como verbo y salsa como sustantivo.
Nos
quejamos de que se está perdiendo vocabulario por la utilización de
la simplificación de muchas palabras en las redes sociales.
Nos
estamos acostumbrando a ver escrito “+” en lugar de más, de la
letra “q” para el que o la “d” para el de y estamos
empobreciendo el idioma. No necesitamos importar y castellanizar
palabras de otros idiomas. No es necesario inventarse absurdas
palabras, mal traducidas, para identificar cosas o acciones que ya
poseen su propio nombre. Que la calle vulgarice el idioma es normal,
que el ciudadano utilice un léxico diferente al oficial, es normal y
hasta es bueno, enriquece el idioma, pero que la publicidad quiera
inventarse o crear nuevas palabras no es normal, aparte de ser un
grave error.
Recuerdo
que hace unos años, una conocida marca de coches, lanzó una campaña
en la que anunciaba un nuevo modelo con “ziritione”. Nadie sabía
lo que era el famoso “ziritione”, ya que realmente no era nada,
tan solo un reclamo publicitario, pero muchos hablaban de las
excelencias del “ziritione”. Un día, un compañero de trabajo,
me enseñó su nuevo coche, un flamante y reluciente turismo, omitiré
la marca, y alabando sus excelencias me dijo, “es que este modelo
tiene ziritione”. Yo en mi desconocimiento total de las
prestaciones de los coches, le pregunté que qué era eso del
ziritione y su contestación fue, ¿no sabes lo que es el ziritione?
Desde luego tu desconocimiento de los avances automovilísticos es
preocupante, me dijo, y yo me marché pensando que efectivamente no
tenía ni idea de coches, más adelante me di cuenta de que el que no
tenía ni idea era él... ni de coches ni de castellano.
Por
eso creo que la nueva publicidad le está haciendo un flaco favor a
los idiomas... bueno también los políticos y muchos de los, que se
autoproclaman, comunicadores, que no dejan de ser un híbrido entre
pseudoperiodistas y bobos de baba.
Otra
causa es el intrusismo, la falta de profesionales nos está llevando
a un caos lingüístico; periodistas que no lo son, presentadores y
presentadoras que solo son una cara bonita, sin ninguna preparación
y en muchos casos sin estudios adecuados para ese menester o
simplemente para no abonar unos sueldos dignos y coherentes y
contratar a bajos precios.
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